Charles Lindbergh

"Bueno, lo hice", fueron las simples palabras que el aviador dijo después de su vuelo sin escalas de más de 33 horas de Nueva York a París. Una primicia mundial que escribió una nueva página de la historia.
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Reloj Longines Lindbergh de 1931.
1902-1974
Nueva York, 1927, 20 de mayo de 1927. A las 7:52 el avión de Charles Lindbergh "Spirit of St. Louis", cargado con 1704 litros de combustible, se deslizó por la pista empapada de lluvia del aeródromo y despegó lentamente. El piloto de 25 años eligió llevar combustible adicional en lugar de un aparato de radio. El expiloto del Correo Aéreo de los Estados Unidos pronto se enfrentó a condiciones climáticas adversas, como nubes tormentosas, hielo y niebla sobre Nueva Escocia y Terranova, Canadá. Lindbergh navegó por cuenta propia, confiando solo en su brújula, unos pocos instrumentos de cabina y un reloj. Sobre el Atlántico abierto, los cielos se despejaron, pero cerca de Irlanda, Lindbergh tuvo que hacer frente a la fatiga. A las 15:57 las ruedas del "Spirit of St. Louis" aterrizaron en el aeródromo de Le Bourget cerca de París, 33 horas y media y 5 850 kilómetros después del despegue. Cronometrado por Longines, el cronometrador oficial de la Federación Aeronáutica Internacional (FAI), el logro pasó a los anales de la historia como el primer vuelo transatlántico en solitario sin escalas del mundo.

La sangre fría, los nervios de acero y las excelentes habilidades de vuelo habían dado sus frutos. Más de 100 000 franceses eufóricos dieron la bienvenida a Lindbergh a su llegada. El siglo XX celebró una de sus primeras figuras icónicas. En junio de 1927, Lindbergh recibió un premio de 25 000 dólares del hotelero neoyorquino Raymond Orteig por el primer vuelo sin escalas de Nueva York a París.
El éxito de Lindbergh alentó a los imitadores. Muchos de ellos terminaron mal, 15 pilotos murieron tratando de cruzar el Atlántico en 1927, en su mayoría debido a tecnologías de navegación inadecuadas. En 1928, Lindbergh se perdió cerca de Cuba. Después del incidente, Lindbergh buscó la ayuda de Philip Van Horn Weems (véase el siguiente capítulo) para mejorar sus habilidades de navegación. Lindbergh se inspiró en el saber hacer de Weem, propuso un diseño para un reloj que serviría como un instrumento de navegación aérea adecuado, capaz de calcular la longitud y la posición geográfica exacta. La creación de este herramienta relojera, equipada con un bisel giratorio para medir el ángulo horario del sol, así como con una esfera central giratoria, se confió a Longines, conocido por su precisión en la aviación. Este reloj, producido por primera vez en 1931, acabó conociéndose como el Lindbergh Hour Angle Watch. Se convirtió en una herramienta esencial para toda una generación de pilotos, navegantes y pioneros en su viaje para conquistar el cielo.
Lindbergh alcanzó la popularidad en la década de 1930, pero la perdió debido a sus opiniones nacionalistas, el antisemitismo y su negativa a entrar en guerra con Alemania. En sus últimos años, Lindbergh se convirtió en un activo ambientalista.